Es martes. Hoy he acabado de trabajar a una hora razonable. Son las 7 y media de la tarde y hace días que me digo que tengo que cortarme el pelo. No soy un cliente fiel de esos que siempre va a la misma peluquería. Ninguna ha conseguido echarme el lazo… No sé si todos los hombres somos así… o es que yo soy así…
Sea como sea, el caso es que me digo, Juan, mira en Internet y busca un teléfono para pedir hora. Es un poco tarde, pero con suerte igual te cogen. Mientras dudo de si me dará tiempo, pongo música de Loquillo. Me encanta el ritmo del garaje… que se le va a hacer. Soy muy ochentero. Sin saber por qué, estoy en Google imágenes y me aparece Loquillo en una barbería de Zaragoza… No puedo creerlo… hago click. Y ahí está la barbería del Tío Jorge. Llamo por teléfono. Dos tonos y escucho…
.- ¿Barbería Tio Jorge?
.- Hola, quería cortarme el pelo pero no se si me da tiempo…
.- Son las ocho menos veinte –me contesta una amable voz femenina-.
.- ¿En qué parte de Zaragoza está?
.- Por Goya, -contesto-.
.- Si coges el tranvía te da tiempo.
.- Voy en moto…
.- Pues entonces seguro que llegas… ¿Cómo te llamas?
.- Juan Delgado -respondo-
.- Estupendo. Te esperamos.
.- Hasta ahora.
Tres minutos después, y tras haber mirado la ubicación en Google Maps, me dirijo a la Barbería -que no peluquería-, mientras pienso que haríamos sin Google… y también sin moto… Está en el Actur, en una calle peatonal. Pienso para mis adentros que tampoco es muy fácil llegar.
La verdad es que por fuera llama mucho la atención. No se por qué, pero me acuerdo mucho de mi padre mientras siento cierta excitación por saber qué habrá dentro…
La puerta está abierta y atravieso el umbral. Un tipo simpático tocado con un curioso sombrero me dice…
.- Tú debes ser Juan.
.- En efecto, -le digo-.
.- Soy Gonzo y me voy a ocupar de ti. Puedes dejar tus cosas en ese sillón. Ponte cómodo y siéntate aquí, -me dice mientras me señala un butacón de esos de los que parecen viejo pero no lo son, de esos que me recuerdan más y más a mi niñez, de esos que parecen cómodos y que te invitan a sentarte y a sentirte como en casa… Y nunca mejor dicho porque mientras pienso eso, Gonzo me pregunta..
.- ¿Te apetece una cerveza?
Ciertamente asombrado, le digo…
.- Sí… ¿tienes cerveza?
.- Claro, dice mientras saca una Budweiser de una nevera de esas de las de antes, algo abombada, de esas que ya no existen y que prometen tener en su interior una inexplicable cantidad de cosas apetecibles…
Me acomodo en el butacón, ya con la cerveza en la mano, y me dispone un delantal blanco y negro a rayas finas… Me siento.
Mientras me pregunta cómo quiero el corte de pelo, recuerdo más y más a mi padre y al peluquero al que me llevaba cuando éramos pequeños. Le indico que soy fácil, que normalmente me lo cortan con la maquinilla al 4 o al 5 y listo… Justo en ese momento, Gonzo me vaporiza el pelo con un aroma inconfundible de mi niñez… Cierro los ojos. No puedo evitarlo y le digo…
.- Gonzo, estoy flipando porque esto lo he vivido hace más de 40 años con mi padre. Me llevaba a una peluquería como esta… no sé, era muy parecida, pero esta no es antigua.
Mientras abro los ojos, veo a Gonzo sonreír. Sin duda, le gusta su trabajo y se lo toma muy en serio… y sin dejar su ocupación me dice sonriendo…
.- Pues de eso se trata tío. La gente se cansa de ese rollo unisex… y busca cosas auténticas… Eso es lo que somos. Una barbería de caballero, de las de antes, pero del siglo XXI. Ese es nuestro rollo.
Para mis adentros me digo a mí mismo que sin duda. Ningún peluquero le hubiera hablado así a mi padre hace casi 50 años…, pero sin embargo, el ambiente, la música de esos años, el olor, la decoración, Gonzo…, todo me hace pensar en aquellos maravillosos años en los que ir a la peluquería de la mano de mi padre suponía toda una experiencia…
Apuro mi cerveza. La conversación ha sido muy animada. Me dicen que van a abrir una en el centro. Me digo a mí mismo que no me extraña. Tienen lo que hace falta. Un concepto de éxito definido. Se lo creen y apuestan sin complejos por él.
Me cobra 15 euros. Me digo a mí mismo que hubiera pagado más y no me habría importado.
No puedo evitar pregunta a Gonzo…
.- ¿Cómo sabías que prefiero la cerveza al wiskhy?
.- No lo sabía -me contesta mientras sonríe-.
Salgo a la calle. Recuerdo a mi padre. Miro al cielo y le digo…
.- Papá, he ido a una peluquería como a la que íbamos juntos…
Mientras me enciendo un pitillo y camino hacia la moto, veo a mi padre que me sonríe mientras me pregunto a mí mismo si empezaré a los cincuenta a ser fiel a una peluquería, o ¿debería decir a mi barbería?